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Todo empezó con Pamela

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Mi adolescencia quedó marcada por la serie "Los vigilantes de la playa". Allí descubrí a la mujer de mis sueños (húmedos), la mujer a la que diariamente tenía que ofrendar mi tributo blanco. Se llamaba Pamela Anderson. Tardé en descubrir cuál era la razón de mi obsesión. Era, desde luego, muy guapa, y tenía un cuerpo muy esbelto. Era una rubia preciosa, desde luego. Pero poco a poco me fui dando cuenta de que lo que me obsesionaba de ella eran sus tetas de silicona. Noche tras noche, pensaba en esas tetas perfectamente modeladas en el quirófano. ¿Cómo resultarían al tacto? Las imaginaba duras, de una textura muy distinta a las tetas de las chicas de clase, blandurrias y suaves, que me daban un poco de grima. Toda mi obsesión era tocar, palpar, lamer, besar, adorar unas tetas de silicona como las de Pamela. Y llegada la edad me dispuse a hacerlo. Descubrí que había muchas mujeres con las tetas siliconadas. Pero todas ellas tenían la misma obsesión: que no se notase que s